Dentro de las atribuciones que dispone el presidente Barack Obama, además de flexibilizar el embargo económico a Cuba, su gobierno ha sacado al régimen de Raúl Castro de la lista de países que patrocinan el terrorismo. No es poco para el anunciado restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, más si se tiene en cuenta que, en el marco de estas negociaciones, la parte cubana hasta ahora no ha ofrecido nada relevante a cambio.
En efecto, el gobierno de Raúl Castro ni siquiera liberó a todos los presos políticos, entre ellos el escritor Ángel Santiesteban y el graffitero Danilo Maldonado El sexto. Tampoco cesó en la represión dominical a las Damas de Blanco y los activistas de la UNPACU. Solamente le falta que durante la visita del papa Francisco a Cuba, en septiembre próximo, ofrezca una nueva clase magistral de represión a sus opositores como lo hizo durante la estadía de Benedicto XVI.
Si Castro desea que Obama tenga mayor apoyo en el Congreso para eliminar el embargo, entonces tiene que ofrecer un gesto de su parte
Mucho menos el gobierno de Cuba estaría dispuesto a mover una ficha en materia de apertura política. Difícilmente lo haga, pues podría producir un efecto dominó que resquebrajaría el implacable control social que lo caracteriza. Por ejemplo, si Cuba ofrece, dentro de las negociaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, el reconocimiento legal a las organizaciones de la sociedad civil independientes, cuyo objeto es contrario “a los fines de la sociedad socialista”, el derecho a la libertad de asociación llevaría implícitos el ejercicio de los derechos a la libertad de reunión y expresión junto a una posterior demanda de elecciones multipartidarias para la renovación de la Asamblea del Poder Popular en el 2018.
El reconocimiento a la libertad de asociación en Cuba, y con ello la legalización de actividades opositoras, representaría una grieta en la pared que tarde o temprano llevaría al derrumbe del muro totalitario. Mientras tanto, ¿qué otra cosa puede ofrecer Cuba para dar, aunque sea una mínima señal de apertura política que no implique poner en riesgo su sistema político cerrado?
A los gestos concretos de Obama, además de conceder la liberación de los presos políticos por la gracia de la Revolución, Raúl Castro debería responder con la derogación de la Ley 88 de “Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba”, sancionada el 16 de febrero de 1999. Como dice en el artículo 1º, dicha ley tiene como finalidad “tipificar y sancionar aquellos hechos dirigidos a apoyar, facilitar o colaborar con los objetivos de la Ley Helms-Burton, el bloqueo y la guerra económica contra nuestro pueblo, encaminados a quebrantar el orden interno, desestabilizar el país y liquidar el Estado Socialista y la independencia de Cuba”.
Vale la pena recordar que en las sentencias dictadas por los tribunales populares contra opositores pacíficos en la “Primavera Negra del 2003” se los condenó aplicando esta ley, incluyendo condenas de hasta 28 años de prisión por ejercer derechos que en Cuba se consideran delitos. La mayoría de los presos políticos del grupo de los 75, condenados en esa oportunidad luego de juicios sumarísimos, fueron forzados al exilio y actualmente sólo quedan en Cuba 8 de ellos, quienes se encuentran en libertad con licencia extra-penal, lo cual les impide salir y regresar a su país, como sí pueden hacer muchos opositores que son invitados por organizaciones del exterior.
Si Raúl Castro realmente desea que Obama tenga mayor apoyo en el Congreso para eliminar el embargo, entonces tiene que ofrecer un gesto de su parte y este podría consistir en derogar la Ley 88, pues no le implicaría el riesgo político de realizar una reforma que derive en el reconocimiento del ejercicio de libertades fundamentales. Si Raúl Castro ni siquiera deroga la Ley 88, eso será porque se siente muy seguro de que la dictadura que instaló junto a su hermano Fidel está totalmente a salvo de cuestionamientos y presiones internacionales.
Así, cuando Obama deje la presidencia de los Estados Unidos, Castro mantendrá condiciones inaceptables para bloquear las negociaciones, quedándose con todo lo que consiguió con esta “normalización” y sin la necesidad de entregar nada a cambio. No por nada una dictadura tan cerrada ha permanecido más de medio siglo en el poder.
Gabriel C. Salvia es Director General del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL). @GabrielSalvia