- La economía real en Cuba dejó de funcionar hace 54 años. Se vivió del cuento, de campañas y ráfagas que tenían más de ilusión óptica que de fundamento. La estatización y planificación absurda de la producción de fósforos, croquetas y cepillos de diente mató la creatividad
EL REALISMO MÁGICO DE FIDEL CASTRO | 28 de Julio de 2015
En la literatura latinoamericana, el realismo mágico tiene autores de peso como Alejo Carpentier, Arturo Úslar Pietri o el genio de Aracataca, Gabriel García Márquez, que con Macondo retrató a un continente de bribones, atorrantes y caudillos ampulosos.
En la política, el realismo mágico tiene en Fidel Castro a su exponente líder. El anciano cubano no tiene comparación con ningún estadista a la hora de vender humo.
Probablemente sólo el siniestro Adolfo Hitler le hizo sombra en el arte de encantar y poner a marchar y aplaudir a todo un pueblo. La economía real en Cuba dejó de funcionar hace 54 años.
Se vivió del cuento, de campañas y ráfagas que tenían más de ilusión óptica que de fundamento. La estatización y planificación absurda de la producción de fósforos, croquetas y cepillos de diente mató la creatividad.
Un espejismo apuntalado por un torrente de rublos que llegaban desde el Kremlin
Todos los cubanos éramos un cupón de la libreta. Un número en la Oficoda. Seis libras de arroz al mes y dos camisas anuales de algodón. La economía era un espejismo apuntalado por un torrente de rublos que llegaban desde el Kremlin.
Se diseñó un sistema de salud universal, vigoroso y efectivo, con dinero ajeno. Se explotó de manera intensiva e irracional la tierra con fertilizantes, petróleo y tractores que llegaban de Moscú o Siberia.
Cuba era una fábula. Una burbuja. Un país hipertrofiado. Sin mantequilla ni camarones, pero con un racimo de campeones olímpicos y una vaca sagrada que producía 110 litros de leche.
Deslumbrado, dos veces al mes, Castro inauguraba obras como “la textilera más moderna del mundo” en Santa Clara, una fábrica de quesos que arruinaría al queso francés en Cumanayagua y enterró millones de dólares en construir una central nuclear en Juraguá.
Aterrizaje forzoso
Cuando el comunismo soviético dijo adiós, Cuba tuvo un aterrizaje forzoso. Durante 30 años estuvimos encaramados en una nube. La realidad era otra. Un cuento de hadas. La producción era chapucera e ineficiente. Y había más comisarios políticos, burócratas y profesionales que obreros y campesinos.
No se supo capitalizar los miles de millones de rublos y entramos de golpe en un agujero negro eufemísticamente nombrado “período especial en tiempos de paz”. Una guerra sin bombardeos ni el rugir de los obuses.
Desaparecieron las mudas de ropa y los zapatos plásticos que a precio de ganga nos vendía el generoso Estado verde olivo.
Entre la indigencia y la inflación
Era el sálvese quien pueda. El teléfono se convirtió en un arma eficaz: en dos horas, parientes de Miami, los otroras odiados ‘gusanos’, te giraban por Western Union te giraban una ‘tabla’ (100 usd). Y con el dinero del ‘enemigo imperialista’, comprabas alimentos ‘suntuarios’ como leche en polvo, aceite o salchichas.
Cuba zigzagueaba entre la indigencia y la inflación. Carlos Solchaga, asesor del presidente español Felipe González, en los 80 llegó a La Habana para soplarle consejos a Fidel Castro.
Del socialismo al capitalismo
Despacio, el desconfiado Castro se abrió al capitalismo. Una simbiosis extraña. Al populacho, discursos de resistencia, nacionalismo barato y antiimperialismo. Mientras, en las alcantarillas del poder se fraguaba un entramado empresarial de corte militar.
La Isla pasó del socialismo castrense al capitalismo regentado por generales y coroneles. Un cambio mágico y silencioso. Con la llegada a Miraflores del paracaidista de Barinas, cuajó el mejor escenario posible. Otro bolsillo extranjero para sostener las tonterías ideológicas.
LEA TAMBIÉN:Cuba cerrará 24 empresas estatales que tienen pérdidas reiteradas desde 2012
En cualquier Estado, la ideología siempre será un pretexto, una trampa cazabobos. Si se quiere funcionar y ser eficiente, se deben tener las cuentas claras, trabajar duro e invertir en educación y nuevas tecnologías. No hay otra fórmula.
Mientras exista el dinero habrá capitalismo. El gran pecado de los hermanos Castro no es ser autócratas groseros. No. Su error es no ser dictadores modernos capaces de fundar una economía decente.
Cuba se abre repleta de fobias
La censura por muchos años de internet le ha pasado factura a la economía, los negocios y el talento profesional. Cuba se abre al mundo repleta de fobias, inexactitudes y mentiras.
La economía, según nos cuentan, crece todos los años. Es como inflar un globo de feria. Los números nunca cuadran con la realidad.
LEA TAMBIÉN:El puerto de Mariel autoriza a sus primeros inversores extranjeros en Cuba
Mientras el zar financiero Marino Murillo se nos apea con el discurso de que el PIB creció un 4,7% en el primer semestre de 2015, los cubanos de café sin leche se rascan la cabeza ante los precios exagerados de los alimentos en el agromercado.
La prosperidad económica de la que hablan los medios oficiales no aterriza en las mesas de los hogares cubanos. No se percibe en un mayor consumo de bienes.
El realismo mágico político de los Castro es una hazaña para contar. Nunca antes se ha vendido tanto sin tener nada.