Robos, bajos salarios y escasas garantías laborales: el agujero negro del turismo cubano.
El maltrato hacia los empleados es habitual. Te tratan como si ellos te estuvieran haciendo un favor. Mala paga, pésima comida y mucha exigencia. Por eso es que los trabajadores roban tanto en el turismo.
Noemí, mulata de sonrisa franca, trabaja doce horas diarias y seis días a la semana como mucama en Las Dunas, hotel del emporio turístico Meliá en el Cayo Santa María, al norte de la provincia de Villa Clara.
“Me tengo que levantar a las cuatro y media de la mañana para no perder el transporte obrero. Vivo en un barrio en las afueras de Santa Clara (ciudad a unos 270 kilómetros al este de La Habana), y a mi casa llego después de las nueve de la noche. Soy madre divorciada y al mes le pago 30 ‘chavitos’ (cuc) a una vecina para que me cuide a mis dos hijos”, cuenta Noemí, mientras prepara una habitación.
Cada mucama, diariamente, debe limpiar, hacer las camas y avituallar quince habitaciones. “El turista extranjero es exigente. Te piden cambiar las sábanas y toallas todos los días. Pero la administración del hotel, gestionado por Gaviota, no nos garantiza avituallamiento suficiente. Si el huésped se queja a la dirección del hotel, como castigo, nos dejan de pagar los 10 cuc mensuales de estimulación salarial. Pese a la cantidad de comida que se desperdicia en la mesa-buffet, en el comedor de los trabajadores el almuerzo es muy malo. El maltrato es constante. Si te quejas demasiado, te despiden”, señala Noemí.
El salario básico de una mucama es de 475 pesos mensuales y 10 pesos convertibles de estimulación salarial,en caso de cumplir los requisitos exigidos por la gerencia verde olivo. La mitad de los once hoteles de Cayo Santa María pertenecen a la cadena española Meliá, que desde 1990 opera en el sector turístico cubano.
Empresas en manos de militares
La Corporación Gaviota S.A., es una empresa militar sobre la cual se localiza poca información en internet. En su web dice tener 27 años de experiencia: si a 2015 le restamos 27, habría sido fundada en 1988. Pero otros datos apuntan a que la empresa se formó mucho antes.
Lo que sí se sabe que fue un proyecto de Fidel Castro para, de forma paralela a otras corporaciones, comprobar el gasto real y la productividad dentro de una rama tan compleja como el turismo. Actualmente, Gaviota domina poco más del 50% del sector. Gestionan 24 mil habitaciones y aspiran a gestionar 50 mil en 2020.
Jesús, cantinero con dos décadas de experiencia, aclara que también en Gran Caribe, Cubanacán e Islazul, la gerencia es manejada por militares jubilados. “La competencia es artificial. Cada grupo pertenece a un clan diferente. Unos al de exoficiales del Ministerio del Interior y otros al de las Fuerzas Armadas. La mayor parte del personal civil es contratado. Además de pocas garantías laborales, está la corrupción”.
Malos manejos y corrupción
El gran problema, según Jesús, es la pésima visión que los militares tienen de los negocios. “De los cuarteles trasladan las directivas de ordeno y mando. Olvidan que un hotel no es una unidad militar. La opción ha sido arrendar varios hoteles a entidades foráneas como Meliá. Ahora, con el probable arribo de miles de turistas estadounidenses, se hacen la boca agua. Pero la infraestructura no es la idónea. El maltrato hacia los empleados es habitual. Te tratan como si ellos te estuvieran haciendo un favor. Mala paga, pésima comida y mucha exigencia. Por eso es que los trabajadores roban tanto en el turismo”.
A huéspedes cubanos, Noemí les vende gel, champú y jabones para compensar su bajo salario. “Aquí todos estamos para ver qué nos podemos llevar a casa o vender a huéspedes cubanos. Los turistas nacionales y los cubanoamericanos son más espléndidos que los europeos a la hora de dar propina. Y siempre solicitan comprar cosas, ya sea queso, whisky, carne o artículos de aseo. De la propina y de esos negocios por la izquierda, se vive en el turismo”, confiesa.
Luisa, cantinera en una cabaña de madera y techo de guano, cuenta que a pesar de los controles rigurosos, el barman se las arregla para apropiarse de botellas de whisky que luego vende a 10 cuc en el mercado negro.
“Con la apertura de negocios gastronómicos particulares, es muy fácil vender los productos. Robar es una manera de desquitarnos de los bajos salarios y escasas garantías laborales”, dice.
Un promotor artístico señala que “los trabajadores albergados tenemos pésimas condiciones de vida. Algo tan simple como que un huésped nos invite a cenar, nos puede traer problemas. Tampoco podemos aceptar regalos. Si un turista nos hace un obsequio, debe firmar una planilla que lo confirme. Si recibes muchos regalos, te señalas como un tipo que ‘jinetea’ (pide cosas) a los turistas. Muchos entramos al sector como una vía para empatarnos con un yuma y largarnos de esta mierda”.
Luego de doce horas limpiando pisos y tendiendo camas y almorzar arroz congrí y dos croquetas de harina con sabor a pollo, Noemí perdió el transporte obrero que la lleva a Santa Clara.
“Ahora me tengo que ir por mis propios medios. Cuando eso pasa, llego a casa después de las once de la noche. Para mis hijos soy casi una extranjera”.